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Cambiar el filtro del polen regularmente, como mínimo una vez al año, resulta imprescindible. Se trata de un tamiz que, principalmente, impide la entrada de polen, ácaros y partículas contaminantes al habitáculo, pero de manera secundaria también evita la acumulación de polvo, que es sobre el que se forma el vaho que empaña los cristales. El filtro del polen atrapa en su interior las partículas de hasta un micrón, entre las que se encuentran todos los tipos de polen, pero también el polvo y la inmensa mayoría de las bacterias. Cuando se satura, este tamiz reduce notablemente la ventilación y capacidad de renovación de aire del sistema de climatización. Pero lo peor es que cuando la suciedad empieza a acumularse en los conductos, también lo hace la humedad y, con ella, los cultivos de hongos y bacterias. Por eso en…