Hace décadas, los grupos ópticos traseros crecieron para siempre con el objetivo de albergar de forma obligatoria nuevos pilotos: los de marcha atrás y los antiniebla. En este segundo caso, se trataba de incluir en la propia cadena de montaje un piloto rojo (en el lado izquierdo o en el centro) o dos, (uno a cada lado), con un brillo más intenso que los de posición, para ser visto en la adversidad. Todavía hoy, ese alto poder lumínico es, precisamente, su mejor virtud y su mayor problema, todo un arma de doble filo cuando muchos conductores desconocen cuándo poner las luces antiniebla traseras o las utiliza de forma incorrecta.

Y es que sirven para señalar la posición del vehículo, pero en condiciones normales, deslumbrarán a los vehículos que circulan por detrás. Es más, en caso de retención inesperada, las luces de freno no destacarán mucho sobre las antiniebla, por lo que llevar puestas estas últimas sin necesidad podría provocar una colisión por alcance.

¿Cuándo se usan?

El uso de las antiniebla delanteras y traseras está regulado por el Código de Circulación. Para recordarlo, puedes resumirlo así:

Las antiniebla delanteras: como no es obligatorio instalarlas en el coche, su uso tampoco puede ser una exigencia. Si las tienes, puedes ponerlas para iluminar mejor los bordes de la vía cuando haya lluvia, niebla, nieve o polvo. Sin estos factores, solo puedes usarlas en una sucesión señalizada de curvas en carreteras denominadas ‘estrechas’ (de menos de 6,5 metros de anchura).

Las antiniebla traseras: son tan potentes que no se pueden encender a la ligera, sino cuando la situación sea crítica. Y, de la misma manera, ¡abstente si puedes deslumbrar!

 

Fuente: Autobild.es

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