Uno de los peligros más subestimados en la carretera es el de los faros opacos. Esta degradación se debe a que los faros ya no están hechos de cristal, sino de policarbonato (un plástico casi inrayable y más resistente que el cristal). Cuando el sol les da de lleno durante mucho tiempo se degradan, se vuelven opacos y adquieren un tono amarillento. Llevarlos así es un peligro, ya que en condiciones de baja visibilidad (por la noche o con niebla o lluvia) la luz no se proyectará bien, y tendrá un rango muy reducido, haciendo que no podamos ver bien ni que nos vean. La solución es simple, ni siquiera hace falta cambiarlos, simplemente podemos repararlos con unos productos químicos especiales para esta tarea, o llevar el coche al taller y que lo hagan allí. Quizá su degradación sea lenta…